¿Alguna vez has tenido este pensamiento o planteamiento tan habitual?, es normal: nuestra mente está programada para anticipar posibles peligros o cosas que pudiesen salir mal. Cuando nos enganchamos en el estrés y la preocupación, es cuando los “y sí…” van haciéndose presente en nuestro diario vivir, entender que muchos de estos sentimientos dan como resultado de una crianza; de escuchar día a día “desde la duda o el escepticismo al cambio” de años, de personas con temores propios proyectados hacia nosotros, van trayendo miedo constante y se hacen cada vez más grandes con el pasar del tiempo… pues se pueden convertir en ansiedad generalizada sonando algo así:

¿y si… caigo enferma (o)?

¿y si…  asciendo y no soy capaz?

¿y si… me despiden?

¿y si… mi pareja me es infiel y se va con otra persona?

Al final, los dichosos “y si…” son solo hipótesis de lo que puede salir mal, no es algo acertado, es solo un supuesto.

Pero ¿qué pasa cuando esos pensamientos intrusivos se quedan enmarcados en nuestra mente?, se debe partir de la base de la emoción, todas las personas tenemos dos pensamientos:

Pensamiento racional: pone el foco en la razón, requiere de un análisis de las diferentes opciones antes de la toma de una decisión.

Pensamiento emocional: es la responsable de tomar las decisiones y analizar cada momento desde las emociones, dejándose llevar y guiándose por los sentimientos.

La inteligencia emocional, hace que estos dos pensamientos estén en pleno equilibrio, y que, uno no sobrepase sobre el otro, permitiéndonos tener el control esos impulsos,  de la misma ansiedad, puesto que, sin control, nuestra vida es mucho más difícil en muchos sentidos y de muchas maneras.

El paso más difícil es Identificar de donde procede ese temor, ¿es mío?, ¿es consciente?, es entender cómo funciona nuestra mente, cómo nos afecta la ansiedad, y conocer cómo desenredarnos de ella, son cosas que deberían enseñarse desde el colegio.  Explicarnos que muchos de esos pensamientos y planteamientos vienen de nuestra crianza, papá, mamá, entorno de convivencia, entre otro; enseñarnos que nuestro cerebro como la “máquina más poderosa ” que existe, se va a creer todo lo que le digamos, imagínate, escuchar años un mismo disco, nos lo aprendemos de memoria:

…Es que usted debe estudiar para vivir porque eso de emprender no sirve

…No renuncie porque no sabe si va a conseguir trabajo rápido…

…Pero porque no siguen, él es buen hombre/mujer al menos esta con usted…

…No gaste en eso porque luego se queda sin dinero…

Esas frases que cuando somos niños o jóvenes, no hacen nada, de momento; se van programando y quedan en nuestro cerebro y a medida que vamos creciendo, van despertando en todo momento ¿y si…?

Es allí donde debemos empezar ese proceso de liberar ese control mental consciente o inconsciente  al que hemos sido sometidos en diferentes espacios de nuestras vidas, entendiendo primero que muchos miedos y temores, no nacen en mí, si no en mí pasado y que no son propiamente míos pero debo liberarnos  uno a uno, hacer una lista desde mis cuatro esferas: familiar, emocional, social y laboral, y a partir de allí ver cuáles son esos temores que me he creado para buscar su raíz y cortarlos poco a poco, un paso a la vez.

Siempre recordando, como alimentes tu cerebro, tus emociones, es lo que en el día a día hará que tu vida se proyecte de forma positiva o negativa, es difícil todo el tiempo estar feliz, pero es más complejo dejar que la felicidad se vea opacada por mi propio pensamiento intrusivo o mi “síndrome de impostor”.

El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”.

El camino a la felicidad nunca es fácil, por eso, debemos esforzarnos día a día por conseguir lo que queremos, y para mejorar la forma de comunicarte simplemente debes empezar terapia basada técnicas de reestructuración cognitiva (desprogramar esos pensamientos intrusivos que te atacan, y que vienen desde tu infancia y se acrecientan al ser adulto), ejercitando el manejo y control emocional (ejercicios de proyección basados en autoestima y mejora continua), la importancia a tus creencias (confiar en lo que soy, lo que hago y lo que ofrezco), analizar las ideas irracionales y tratar de corregirlas desde la lógica y en función de “ponernos en los zapatos del otro”(no engancharnos con una pauta de crianza, pues debemos entender que nuestros padres son “producto de su crianza” y nos dieron lo que les enseñaron emocionalmente). La mejor parte es entender que: el pasado sirve como ejemplo de aprendizaje, el futuro como motivador de cambio, y lo que vivo en el presente, es lo que define a qué ritmo quiero ir.

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