La tristeza, esa emocion que nadie desea, que muchas veces quisiéramos desaparecer, pero que enseguida vuelve.
“no se ponga triste por bobadas”
“¿por eso llora?”
A nadie le agrada la compañía de alguien triste o que este apagado. Pero, ¿sabes que la tristeza es una emoción básica?, la sentimos todos los seres humanos y hasta algunos animales.
Es curioso, porque cuando empezamos a hablar de emociones nos gusta verlas por separado, como cada una en una taza diferente: por aquí la tristeza, por aquí la alegría, el enojo…
Pero todas las emociones están relacionadas unas con otras, incluso se alinean o cruzan entre sí:
Entender que no hay amor sin tristeza, forman parte de lo mismo, es una sinergia, por ejemplo:
Cuando amamos algo o alguien, tendremos miedo a perderlo, y si lo perdemos estaremos tristes… todo es un ciclo, las emociones van en el mismo engranaje. No podemos pretender amar, pero luego no sentir tristeza, dolor, rabia o frustración.
Cuando sentimos tristeza o dolor emocional, habla de todo aquello que amamos, de lo que nos importa, de aquellos apegos y de nuestras necesidades emocionales.
Nos sentimos tristes cuando nos “falta algo”, Cuando perdemos un ser querido, cuando teníamos algo que nos importaba y ya no está. Cuando hay necesidades en nuestra vida que no estamos cubriendo o como cuando no estamos viviendo el tipo de vida que nos gustaría vivir.
Cuando extrañamos una persona, un lugar o simplemente el hecho de recordar algo que fue o que no pudo ser.
Pero, muchas personas no saben, que la tristeza puede ser un aliado muy útil: nos puede ayudar a identificar lo que nos importa, nos puede ayudar a hacer cambios, a tomar decisiones en situaciones de tensión. Esta, también hace parte de lo que llamamos “amar” o implicarnos en algo que nos importa.
Sin embargo, la tristeza es un sentimiento tan doloroso que podemos caer en la trampa de luchar contra ella sin escucharla, y en ese intento de “quitárnosla”, distraerla o dispersarla… en ese afán de estar bien rápido. Queremos negarla, silenciarla, escapar de ella.
Pero el punto siempre está en vivir las cosas de manera adaptativa, de reciprocidad: no enredarnos en la desesperación más oscura, ni intentar “no estar triste” y fingir que no pasa nada, es la necesidad inmediata de buscar la manera de afrontarla de una manera cíclica, “un paso a la vez”, esos intentos de “no sentirla” empeorarán la situación.
Los bajones anímicos son comunes y pueden afectar a cualquiera. Sin embargo, existen estrategias efectivas para superarlos:
Acepta lo que sientes sin castigarte: Cuando estamos en un bajón, a veces nos culpamos por sentirnos así. Piensa en ello como si fuera una nube pasajera: está ahí ahora, pero no es permanente. Intenta decirte algo como: “Está bien sentirme así por ahora; no significa que siempre será así”. Esto ayuda a que no te sientas peor intentando “obligarte” a estar bien.
Identifica esos pensamientos negativos que surgen sin darte cuenta: Por ejemplo, si te encuentras pensando: “Nada de lo que hago importa” o “Soy un fracaso”, trata de reconocer esos pensamientos automáticos. Es común que, cuando estamos bajoneados, veamos las cosas en blanco y negro, como si todo estuviera mal.
Hazte preguntas para desafiar esos pensamientos: Una vez que tienes claro el pensamiento negativo, intenta cuestionarlo. Pregúntate cosas como: “¿Hay pruebas de que no soy bueno en nada, o solo estoy pasando un mal momento?”. O tal vez: “¿Qué le diría a un amigo que esté sintiendo esto?”. A veces, con estas preguntas, puedes darte cuenta de que el pensamiento no es tan cierto como parecía al principio.
Cambia tus comportamientos: Los comportamientos también influyen en nuestro estado de ánimo. Realiza actividades que te gusten, aunque no te sientas con ganas. La actividad física, pasar tiempo en la naturaleza y socializar pueden ser de gran ayuda.
Trátate con amabilidad: Los bajones anímicos no definen quién eres, y nadie está feliz todo el tiempo. Hablarte con compasión es importante. Puedes recordarte cosas como: “Todos tienen días así, y yo también tengo derecho a sentirme así de vez en cuando”.
Piensa en cómo esto puede ayudarte a la próxima: Reflexiona sobre lo que has aprendido de esta experiencia. Tal vez descubres que hablar con un amigo te ayuda mucho, o que salir al aire libre cambia un poco tu estado de ánimo. Estos son pequeños trucos que puedes guardar para la próxima vez que te sientas bajo de ánimo, como una especie de “plan de rescate”.
Recuerda: superar los bajones anímicos como la tristeza es como entrenar un músculo. Al principio puede costar, pero con práctica te volverás cada vez más fuerte: tú tienes el poder de cambiar tus pensamientos y, por lo tanto, de cambiar tu estado de ánimo. ¡Anímate y empieza hoy mismo!.
En la vida siempre habrá días de sol y otros de lluvia, la lluvia hace crecer cosas nuevas y hermosas muchas veces.
Sé paciente contigo mismo, los cambios no ocurren de la noche a la mañana y recuerda siempre celebra tus logros, por más pequeños que sean, ¡reconócelos!
Abracemos nuestra tristeza con cariño y démonos permiso de sentirla si aparece. No te compares con los demás, cada persona es única y tiene su propio ritmo.
Lo más importante es ofrecer apoyo y comprensión sin juzgar. Cada persona experimenta la tristeza de manera diferente y necesita un enfoque individualizado, es fundamental buscar ayuda profesional. Un terapeuta especializado puede ayudar a desarrollar estrategias para manejar las emociones, mejorando así la calidad de vida.
El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”