¿Alguna vez has sentido que, a pesar de tus esfuerzos, las relaciones cercanas siempre terminan en decepción?

¿Te cuesta confiar en los demás, incluso cuando todas las señales apuntan a que puedes hacerlo?

Si es así, es posible que lleves contigo una herida emocional infligida en la infancia: la traición.

La herida de la traición es una de las marcas emocionales más profundas que una persona puede experimentar durante la infancia. Surge cuando una figura de confianza, generalmente un padre, madre o cuidador, incumple promesas, no cumple con expectativas básicas de seguridad o vulnera la confianza del niño. 

Este tipo de experiencias puede generar patrones emocionales y comportamientos que persisten hasta la vida adulta, influyendo en la forma en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás.

¿Cómo se origina la herida de la traición?

Estas experiencias, aunque pueden parecer menores para un adulto, tienen un impacto devastador en un niño, ya que socavan su sentido de seguridad y confianza en el mundo La traición en la infancia puede manifestarse de diversas formas. Algunos ejemplos incluyen:

Estas experiencias generan sentimientos de inseguridad, desamparo y desconfianza, moldeando la forma en que el niño percibe el mundo y las relaciones interpersonales.

Repercusiones en la adultez

La herida de la traición suele dejar cicatrices emocionales que se manifiestan en patrones de comportamiento y creencias limitantes en la adultez:

  1. Problemas de confianza: Las personas con esta herida suelen desconfiar de los demás, incluso en relaciones íntimas. Pueden temer que otros incumplan sus promesas o les traicionen.

  1. Control excesivo: Para evitar ser traicionados, muchas personas desarrollan un deseo constante de controlar situaciones y personas.

  1. Dificultad para establecer límites: Pueden permitir comportamientos dañinos de otros por miedo al abandono o por no querer confrontar a quienes perciben como figuras de autoridad.

  1. Baja autoestima y autoexigencia: La persona puede sentir que no es digna de confianza o que necesita ser “perfecta” para evitar decepcionar a otros.

Cómo superar la herida de la traición:

Sanar esta herida requiere tiempo, introspección y, en muchos casos, ayuda profesional. Algunas estrategias útiles incluyen:

  1. Reconocer la herida: Aceptar que se sufrió una traición en la infancia es el primer paso. Es importante identificar los eventos que contribuyeron a esta herida y cómo han influido en la vida actual.
  1. Trabajar con un terapeuta: La terapia, especialmente la basada en enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) o la terapia de sanación de las heridas de la infancia, puede ayudar a reestructurar patrones de pensamiento y sanar el dolor emocional.
  1. Practicar la autocompasión: Es fundamental aprender a tratarse con amabilidad y reconocer que nadie es perfecto. La autocompasión ayuda a reducir la autoexigencia y el miedo al rechazo.
  1. Establecer límites saludables: Aprender a decir “no” y defender las propias necesidades es esencial para evitar nuevas heridas.

  1. Reparar la confianza: Esto implica desafiar las creencias limitantes sobre las relaciones y permitir que las personas confiables demuestren su lealtad.

  1. Realizar ejercicios de introspección: Escribir sobre los sentimientos, practicar mindfulness o realizar visualizaciones pueden ayudar a procesar y liberar emociones reprimidas.

La herida de la traición en la infancia puede marcar profundamente nuestra vida, pero no define quiénes somos. Al reconocer la herida, buscar apoyo y trabajar en nosotros mismos, podemos sanar y construir relaciones más saludables y significativas. Recuerda, no estás solo en este camino.

Sanar la herida de la traición es un acto de valentía y amor propio. Aunque el camino puede ser desafiante, cada paso hacia la superación es una oportunidad para reconectar con uno mismo y con los demás. Aprender a confiar nuevamente, tanto en otros como en nuestras propias capacidades, es un proceso que lleva tiempo pero que vale la pena recorrer. Esta herida no define quién eres; lo que realmente te define es la fortaleza con la que decides enfrentarte a ella y transformarla en una fuente de aprendizaje y crecimiento.

El perdón, tanto hacia los demás como hacia uno mismo, juega un papel esencial en este proceso. No se trata de justificar las acciones que causaron el daño, sino de liberarse del peso emocional que estas dejaron. Con el apoyo adecuado, la paciencia y la decisión de avanzar, es posible cerrar esta herida y construir una vida basada en la confianza, el respeto y el amor propio.


El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación; recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”.

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