La herida de la injusticia surge en la infancia cuando un niño (a) percibe que no es valorado o tratado de manera equitativa. Puede originarse en entornos donde predominan la rigidez, la frialdad emocional o la exigencia excesiva. 

Los niños (a) que experimentan esta herida suelen sentir que deben esforzarse constantemente para ser reconocidos, lo que puede generar una profunda sensación de desmerecimiento y una autoexigencia desmedida.

La injusticia, lamentablemente, puede ser un legado que se transmite de generación en generación, afectando profundamente a las personas desde la infancia y marcando su vida adulta. Esta herencia puede manifestarse de diversas formas, como la discriminación, la desigualdad de oportunidades, la violencia o la falta de acceso a derechos básicos.

Cómo se manifiesta en la infancia

Los niños que desarrollan esta herida pueden volverse muy exigentes consigo mismos y con los demás. Suelen buscar la perfección y evitan mostrar vulnerabilidad, ya que creen que solo serán aceptados si cumplen con altos estándares. 

También pueden experimentar dificultades para expresar sus emociones, pues han aprendido que mostrar sensibilidad puede ser interpretado como debilidad.

¿ Cuál es su impacto en la adultez?

En la vida adulta, la herida de la injusticia puede reflejarse en personas que se esfuerzan constantemente por demostrar su valía. Pueden tener dificultades para reconocer sus logros, experimentar frustración ante la imperfección y sentir que nunca es suficiente lo que hacen. Además, pueden desarrollar una actitud rígida o desconfiada hacia los demás, especialmente en situaciones donde perciben favoritismos o desigualdades.

Las consecuencias pueden incluir:

Sebastian es un diseñador gráfico y nunca está satisfecho con su trabajo. Aunque sus clientes están contentos, el siempre siente que podría haberlo hecho mejor y se reprocha constantemente.

Daniel es gerente de un equipo, pero en lugar de confiar en sus colaboradores, revisa y corrige cada tarea, lo que lo lleva a sentirse sobrecargado y estresado.

Mariana espera que sus amigos sean siempre atentos y detallistas con ella, pero cuando no cumplen con sus expectativas, siente que no la valoran y se aleja de ellos.

Andrés cree que su jefe prefiere a otros compañeros porque reciben más elogios en reuniones, aunque sus tareas sean distintas y no necesariamente comparables.

Pautas para superar la herida de la injusticia

La exposición a la injusticia en la infancia puede generar sentimientos de inseguridad, miedo, rabia, tristeza y desesperanza. Los niños y niñas que sufren injusticia pueden sentir que no son valorados, que sus derechos no son respetados y que no tienen oportunidades para desarrollarse plenamente.

Sanar esta herida implica un proceso de autoconocimiento y autoaceptación. Algunas estrategias incluyen:

Pedro nota que siente rabia cuando no recibe elogios por su esfuerzo, lo que le ayuda a comprender que su herida está activa.

En lugar de criticarse por un error en el trabajo, Sofía se recuerda a sí misma que equivocarse es parte del aprendizaje.

Luis empieza a compartir sus frustraciones con amigos de confianza, en lugar de guardarlas para sí mismo.

En lugar de trabajar horas extras para impresionar a su jefe, Mariana aprende a valorar su esfuerzo y a reconocer su progreso.

En una discusión con su pareja, Javier expresa sus emociones sin sentirse culpable por mostrarse vulnerable.

La herencia de la injusticia es un problema complejo que afecta a muchas personas en todo el mundo. Sin embargo, es posible superar este legado y construir una vida plena y feliz. Para ello, es fundamental reconocer y aceptar la herencia de la injusticia, buscar apoyo, trabajar en la autoestima, aprender a gestionar las emociones y buscar ayuda profesional si es necesario.

Si conoces a alguien que ha sido afectado por la herida de la injusticia, puedes apoyarlo ayudando a validar sus sentimientos y experiencias sin minimizar su percepción de las cosas. Fomentar un ambiente de seguridad emocional donde puedan expresarse sin temor a ser juzgados.

Recuerda siempre la importancia del autocuidado y el equilibrio entre esfuerzo y bienestar. Hablar con otros es ayudarte muchas veces  a identificar tus fortalezas más allá del rendimiento o el éxito externo.

El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”

Sanar no significa olvidar lo vivido, sino aprender a vivir desde la autenticidad, el amor propio y la aceptación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *