La ansiedad no siempre se muestra de forma clara. A veces irrumpe como una crisis de pánico evidente; otras, adopta formas más sutiles: se camufla como un perfeccionismo extremo, una necesidad constante de tener todo bajo control, una sonrisa que oculta incomodidad o ese incesante pensamiento de “¿y si…?” que no da tregua.
¿Cómo se origina la ansiedad desde un vistazo a la infancia?
La ansiedad, en muchos casos, no nace en la adultez. Se gesta en los primeros años de vida, influenciada por factores como:
- Ambientes caóticos o inestables: crecimiento en hogares con discusiones frecuentes, mudanzas constantes, o padres con problemas emocionales no tratados. Estos escenarios enseñan al niño que el mundo es impredecible y que debe estar siempre en alerta.
Julián vivió una infancia marcada por mudanzas constantes y discusiones entre sus padres. Nunca sabía si al llegar del colegio su casa estaría tranquila o si habría gritos. Esa incertidumbre se grabó en su cuerpo.
A los 40 años, aunque tiene una vida estable, Julián no logra relajarse del todo: duerme mal, siente que todo puede cambiar de golpe y siempre espera “lo peor”, aunque nada lo indique…
Estos escenarios enseñan al niño que el mundo es impredecible y que debe estar siempre en alerta.
- Falta de validación emocional: cuando los cuidadores no reconocen o minimizan las emociones del niño: “No llores por eso”, “Eso no es para tanto”, el menor aprende a desconfiar de sus propias sensaciones y a reprimirlas, lo que puede transformarse en ansiedad reprimida que se activa en la adultez.
Valeria, desde pequeña, escuchó que “llorar es de débiles” y que “tenía que ser fuerte”. Nunca se sintió escuchada cuando algo le dolía o preocupaba. Aprendió a callar.
Como adulta, Valeria explota emocionalmente sin entender por qué, y a menudo sufre de ataques de ansiedad cuando tiene que expresar algo que siente, porque aprendió que mostrar emociones era algo incorrecto.
- Entornos sobreprotectores o muy críticos
Lucía creció en una familia donde todo lo que hacía era corregido: si se equivocaba, escuchaba frases como “Eso está mal hecho”, y si intentaba hacer algo sola, le decían “Mejor no lo hagas, te vas a lastimar”.
Ahora, como adulta, duda constantemente de sus decisiones y siente una gran ansiedad cada vez que tiene que hacer algo sin supervisión. Esa necesidad de hacerlo todo perfecto o de pedir aprobación viene de años de críticas y sobreprotección que le enseñaron que equivocarse no era seguro.
- Experiencias traumáticas o impredecibles (separaciones, enfermedades, bullying)
Martina tenía 6 años cuando sus padres se separaron de forma conflictiva. Pasaba días sin ver a su padre, y cuando lo hacía, sentía que debía elegir entre él y su madre. A eso se sumó que en la escuela fue víctima de bullying por usar anteojos.
A sus 35 años, Martina experimenta una sensación constante de inseguridad en sus relaciones, miedo a ser rechazada y ataques de ansiedad cuando se siente sola o cuestionada, pues su mente asocia esos momentos con los de abandono y crítica vividos en la infancia.
- Exposición constante a mensajes de peligro: “¡Ten cuidado!”, “¡Eso está mal!”, “¡No llores!” esto genera una semilla silenciosa:
Andrés, de 7 años, creció con una madre muy preocupada. Ante cualquier situación decía: “¡No saltes ahí!”, “¡No hables con extraños, te pueden hacer daño!”. Andrés aprendió que el mundo era peligroso.
Hoy, con 33 años, evita conocer gente nueva, sufre de insomnio y siente que necesita controlar todo para sentirse seguro.
Este patrón es común. Lo que aprendemos en la infancia sobre el miedo y la seguridad se convierte en la base de cómo respondemos en la adultez ante el estrés.
¿Qué es la ansiedad realmente?
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante una amenaza percibida, aunque muchas veces la amenaza no sea real o esté exagerada por nuestros pensamientos. Afecta tres niveles:
- Pensamientos (catastrofismo, inseguridad, anticipación negativa)
- Emociones (miedo, angustia, sensación de alerta constante)
- Conductas (evitación, control, aislamiento, sobreesfuerzo)
La ansiedad no es debilidad. Es un intento de protección. Pero cuando se activa en exceso o sin razón válida, limita tu vida.
¿Cómo controlar la ansiedad a través de la Terapia Cognitivo Conductual (TCC)?
Recuerda: lo que piensas influye en lo que sientes y en cómo actúas. Si identificas y cuestionas tus pensamientos automáticos, puedes transformar tus emociones y reacciones.
Las caras más comunes de la ansiedad (y cómo trabajarlas)
- El pensamiento catastrófico
Carla, de 29 años, debe presentar un proyecto.
Pensamiento: “Seguro se van a reír de mí. No soy suficiente.”
Síntomas: Taquicardia, náuseas, bloqueo mental.
TCC en acción: Aprendemos a identificar el pensamiento, cuestionario con preguntas como:
- ¿Qué evidencia tengo de que eso ocurrirá?
- ¿Qué ha pasado otras veces?
- ¿Cómo lo vería alguien objetivo?
Carla descubre que su miedo no se basa en hechos, sino en creencias aprendidas. Con práctica, logra presentar su proyecto sin evitarlo.
2. El cuerpo en alerta (hipervigilancia)
Raul, de niño, aprendió a esconderse cada vez que escuchaba ruidos fuertes. Hoy, cualquier sonido repentino la pone en alerta, como si estuviera en peligro, aunque esté seguro en su casa.
Síntomas: Palpitaciones, sudor, tensión muscular.
TCC en acción: Respiración diafragmática + identificar señales falsas de peligro. Entrenamos al cuerpo a no reaccionar como si siempre estuviera en riesgo.
- La mente catastrófica
Frases típicas: “¿Y si me pasa algo?”, “¿Y si pierdo a alguien?”, “¿Y si hago el ridículo?”
Reestructuración cognitiva: Escribir el pensamiento y contraponerlo con una interpretación más realista. Evaluar cuál ayuda más a tu bienestar.
“¿Y si me desmayo en público?” reestructuración “He salido muchas veces y nunca me ha pasado. Puedo sentirme nerviosa, pero eso no significa que algo malo ocurrirá.”
- La evitación silenciosa
Decir “no tengo ganas” cuando en realidad hay miedo. Evitar salir, hablar, exponerte.
Exposición gradual: Poco a poco, salir del patrón de evitación. Con apoyo, se puede.
- La autoexigencia como escudo
“Debo hacerlo perfecto para valer”, “Siempre tengo que estar bien”.
Trabajar autocompasión: ¿Cómo hablarías a un niño con miedo? Aprende a hablarte con esa misma ternura.
¿Cómo se manifiesta en la adultez?
La ansiedad puede tomar múltiples formas:
- Ansiedad social: miedo a ser juzgado, a hablar en público.
- Trastorno de pánico: crisis intensas sin causa aparente.
- Ansiedad generalizada: preocupación constante por todo.
- Ansiedad funcional: personas exitosas que viven en un estado interno de tensión, autoexigencia y miedo al fracaso.
Todos estos rostros tienen en común pensamientos disfuncionales que la TCC ayuda a identificar y transformar.
¿La ansiedad se puede curar?
La ansiedad no se elimina por completo, pero sí se transforma.
Aprenderás a convivir con ella sin que controle tu vida. A entenderla, a desafiar sus mensajes y a cuidarte desde la conciencia.
Recuerda: Tu historia no está escrita en piedra
Tal vez creciste aprendiendo que tenías que estar alerta todo el tiempo. Que no podías equivocarte. Que no era seguro confiar. Pero hoy puedes reescribir esa historia.
Con apoyo terapéutico, con práctica, puedes aprender a escuchar tus pensamientos sin creerlos ciegamente.
Puedes ser tú quien guíe tu vida, no la ansiedad.
la ansiedad tiene mil caras, pero tú tienes mil recursos para afrontarla.
El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”