¿Qué es la agresividad?
La agresividad tiene diferentes concepciones. Se asume como un estado emocional de adaptación, asociado a pautas de activación psicofisiológica y conductas manifiestas de acuerdo a una determinada cultura (Kassinove & Tafrate, 2005).
Es una capacidad vital positiva para vivir y convivir, orientada hacia la interrelación personal y con diferentes funciones vitales (Alonso-Fernández, 1994).
Se entiende como una interacción social, en la que no puede haber agresión sin víctima y se requiere de un momento que sitúe a los individuos en una estructura social con valores, expectativas, papeles y estatus que definan los procesos de interacción creados entre ambos (Anderson & Bushman, 2002).
En el opuesto, hay autores que la definen como la intención de dañar a una persona de manera física o psicológica (Bandura & Walters, 1974; Chertok, 2009).
¿Sabes por qué nos volvemos agresivos?
Todas las personas, tenemos diferentes formas de reaccionar ante ciertos estímulos y situaciones, que en ocasiones, desencadenan la agresividad, que hacen que nuestra reacción instintiva hacia alguien o hacia algo, sean de manera agresiva y se nos dificulte el control de las mismas.. Algunos motivos de la agresividad pueden ser:
- Cuando estamos ante una amenaza o peligro.
- Puede ser algo temperamental o hereditario, es por eso que a veces algunas personas responden de forma agresiva “naturalmente” hacia cualquier estímulo diferente a su planteamiento.
- Por efectos del medio ante variaciones como: ruidos muy fuertes o intensos, calor extremo, frío extremo, acumulación de personas entre otros.
- Con temas políticos, religiosos, deportivos, entre otros temas sociales.
- El consumo de sustancias psicoactivas o alcohólicas desencadena conductas agresivas.
- El sentimiento de injusticia, generando cólera y agresividad, explotando para dar su punto en contra ante la situación.
¿Sabes cómo controlar la agresividad?
Hay diferentes maneras de controlar los impulsos de agresividad, formas de controlar y manejar de una adecuada forma, entendiendo de donde nacen, cuál es la raíz de la situación.
Aprender a controlar los impulsos: es controlar, mitigar o contrarrestar de una forma positiva la reacción en el cómo manejar y controlar la agresividad; al entender de dónde viene, se asimila la situación y se entiende la transitoriedad del momento.
Antes de actuar precipitadamente, piensa lo que vas a hacer o decir:
Pensar antes de actuar: a veces en momentos que nos generan inseguridad, desconfianza o que sentimos que somos arrastrados de la zona de confort que tanto generamos, o cuando la personas es genéticamente o que se da de manera aprendida, suelen tener esos arranques o impulsos por todo aquellos que le genera malestar, tanto en el pensar como en el actuar y replantearse la forma de cómo abordamos estos temas, como repercute nuestra respuesta verbal y no verbal a los que nos rodea y las consecuencias de esto para mi y los otros puede ser una buena forma para comenzar a controlar la agresividad.
Ejercicio: las actividades físicas ayudan a descender la agresividad principalmente deportes individuales de esfuerzo, puesto que los deportes que canalizan la agresividad suelen ser los de contacto físico como karate, judo, boxeo y kick boxing combate como los son las artes marciales, entre otras, son muy efectivas para regular la agresividad.
Orientación psicológica: Uno de los pasos mas importante es comprender cuando requerimos ayuda profesional, la salud mental es una prioridad no un lujo. La terapia psicológica, puede ayudarte mucho por medio a las técnicas y estrategias de autocontrol, mientras que la terapia psiquiátrica puede recetar algún calmante o algún fármaco que te ayude a controlar el problema raíz.
Medicina o terapia alternativa: Hay una gran cantidad de procesos alternativos para el control de la agresividad tales como: yoga, meditación, pilates y visualización. Otras ya desde la parte medicinal alternativa, encontramos la medicina homeopática y las flores de Bach, que contienen tratamientos para la agresividad y el manejo de impulsos. Salir a caminar por el parque, estar en contacto con la naturaleza o en un espacio externo que te guste, también puede ser una buena solución.
Todos somos naturalmente agresivos
Desde nuestro nacimiento vivimos patrones e indicios de conductas agresivas, ya que desde la niñez, manifestamos de forma consciente o inconsciente cierta agresividad, como cuando se encaprichan por algo o cuando tiran sus juguetes, patalean e incluso se pelean o golpean con otros niños por diversos temas que en su racionalidad no saben manejar. De algún modo no es malo tener agresividad, lo que es malo es no saberla regular y saber cuándo y de qué manera analizarla y utilizarla.
La agresividad la experimentamos todos los seres humanos del mundo. Es una respuesta natural ante algo que hace que de nuestro sistema cognitivo y nervioso colapse en función de no saber cómo responder, a veces surge como respuesta a una amenaza, a veces para reforzar un castigo (como cuando los papas reprenden por gritos al niño cuando no se porta bien) repercutiendo en daños sociale, físicos o psicológicos.