Cuando hablamos de heridas, debemos entender que son lesiones que rompen o fragmentan alguna parte de nuestro cuerpo, pero este mismo planteamiento se aplica a una herida en nuestro ser, es una alteración de nuestras emociones, que afectan el modo de como nos proyectamos o nos comportamos a lo largo de nuestras vidas en algunos momentos. Todos tenemos heridas, y no necesariamente debimos haber tenido una infancia dolorosa para tenerlas, surgen a partir de cualquier experiencia difícil, pero cada persona tiene una forma de representarlas según la intensidad de su herida. Es como cuando mi paciente me dice:

“yo crecí en un hogar funcional, no puedo decir que tuve una mala infancia porque tenía a papá y mamá y él trabajaba y mamá me cuidaba a mí y mis hermanos”

A simple vista, uno supone que es una historia linda, pero cuando empezamos a indagar sobre.” ¿y tus papás jugaban contigo?, ¿Cuál es el recuerdo mas feliz que tienes con ellos?, ¿te sentías acompañado (a)?”, y otras cosas más, empezamos a entender que, a veces hay vacíos emocionales que nacen de a poco. Sanar una herida emocional no es fácil, es tomar un patrón de comportamiento que tenemos mecanizado, y darle una forma para entender y comprender como irla “desprogramando”, y darle una nueva forma, una nueva vibra. Cuando hablamos de heridas de infancia, existen distintas de forma e intensidad que se remontan como carga principal a mamá y papá, pero también a cuidadores, entorno y familia, que ayudan a acrecentar síntomas y generar trabas en el proceso de crecimiento emocional sano:

Herida de Abandono: padres en hogar disfuncional y una figura ausente, crea adultos con dependencia a relaciones de pareja y amistad; nacen de un hogar con ausencia paterna o materna física o emocionalmente.

Herida del rechazo: padres exigentes donde nunca es suficiente, crea adultos complacientes, que no saben o se les dificulta poner límites, nacen de la critica infantil del miedo al rechazo por no ser suficientes en lo que hacen.

Herida de la humillación: padres perfeccionistas, crean adultos autoexigentes y perfeccionistas con todo su entorno, nacen de aquel niño (a) que no le permitían cometer errores, donde todo en su entorno debía ser perfecto, y esperaban mucho de él pese al estar en un proceso de aprendizaje.

Herida de la ausencia: padres ausentes, crean adultos independientes con mucha autoexigencia hacia todo lo que hacen, nacen de asumir responsabilidades siendo muy pequeños por la ausencia de padres

El primer paso a la abundancia, la mejora y a la plenitud en la vida de cada persona es ordenar de adentro hacia afuera tu sentir, tu vivir, tu existir. Es entender que trabajar en sanar una herida, es aprender a detectar cuando y como se genera el detonante, para así, evitar esta conducta, y generar herramientas que me ayuden a conectar el dolor, darle el valor, y procesarlo en función de mejorarlo, entendiendo que todo es un paso a paso, un día a la vez.

Debemos aprende que:

las personas a quien quieres perdonar: papá, mamá, mis cuidadores de infancia, que, consciente o inconscientemente me hicieron mal, no están afuera; están dentro de ti; ellos seguirán viviendo su vida, viviendo su momento, y posiblemente seguirán con patrones de comportamiento iguales a lo que siempre conociste, pero ¿Por qué luchar?

Si no luchas por ti, y limpias tu ser, ellos ocuparán una parte importante en tu interior: “tú paz y tranquilidad mental”.

¿para qué tener visitas que no deseas en tu hogar? Es allí donde debes entender que, para crecer emocionalmente, debes aprender la compasión, entender la diferencia tuya con los demás, y avanzar hacia tu lugar feliz. Nuestro niño interior siempre sabrá decirnos cuando una herida de la infancia no ha sanado, puesto que esto nos genera problemas en muchos tramos de nuestra adultez.

El camino a la felicidad nunca es fácil, por eso, debemos esforzarnos día a día por conseguir lo que queremos y mas por lograr cumplir esa meta de encontrar felicidad plena, el primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tu estas en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre:

“YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”.

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