Superar una infidelidad nunca es sencillo.
Cuando alguien en quien confías rompe ese vínculo tan importante, es normal sentirse traicionado, dolido y confundido.
Pero ¿qué pasa si esa herida también conecta con otras que creíamos enterradas? A veces, una infidelidad no solo afecta nuestra relación actual, sino que puede abrir puertas hacia las inseguridades y dolores que traemos desde la infancia.
Cuando enfrentamos una infidelidad, las emociones pueden ser abrumadoras: rabia, tristeza, desconfianza, incluso culpa.
Y no es raro que estas emociones nos llevan a cuestionarnos:
¿Soy suficiente?
¿Por qué no fui suficiente para esta persona?
Estas preguntas, aunque naturales, suelen estar conectadas a una sensación de rechazo o abandono que, en ocasiones, viene desde mucho antes de nuestra relación de pareja.
Imagina que tu corazón es una casa. La infidelidad es como un intruso que entra y rompe tus ventanas. Pero esas ventanas rotas pueden haber sido debilitadas por grietas que ya existían desde hace tiempo. Esas grietas son las heridas de la infancia que, sin sanar, nos hacen más susceptibles al dolor.
Hay ciertas heridas que pueden salir a la superficie cuando enfrentamos algo tan doloroso como una infidelidad:
El miedo al abandono: Si creciste en un ambiente donde sentías que las personas importantes no siempre estaban para ti, una infidelidad puede activar ese miedo profundamente arraigado. Ese temor de que al final, todos se irán.
Ese acto puede disparar automáticamente el miedo profundo de “no eres lo suficientemente bueno” o que “serás abandonado”. Por ejemplo, podrías pensar: “Si no fui suficiente para esta persona, ¿cómo podría ser suficiente para alguien más?”. Este miedo puede intensificar el dolor y dificultar la recuperación, porque no solo estás lidiando con la traición actual, sino con el temor profundo de quedarte solo.
La falta de confianza: Si en tu infancia experimentaste promesas incumplidas, mentiras o situaciones donde las figuras de autoridad (padres, familiares, cuidadores) no fueron consistentes, podrías haber desarrollado una dificultad para confiar en los demás. Tal vez creciste creyendo que debes estar siempre alerta porque las personas pueden fallarte.
Una infidelidad refuerza esa narrativa donde sentimos: “no se puede confiar en nadie”. Puedes sentir que esta traición es una prueba, que las relaciones no son seguras, lo que puede generar una sensación de hipervigilancia o una dificultad para volver a confiar, incluso en futuras parejas. Ejemplo: podrías pensar “Siempre supe que esto pasaría, las personas siempre decepcionan.”
La humillación: Si de pequeño fuiste ridiculizado, criticado o expuesto a situaciones en las que te sentiste avergonzado, es posible que hayas desarrollado una sensibilidad especial hacia cómo los demás te perciben. Tal vez creciste con una baja autoestima o con miedo a “no dar la talla”.
Cuando alguien te engaña, puedes sentir que esto refleja un fracaso personal. Frases como: “¿Qué dirán los demás si se enteran?” o “¿Qué hice mal para merecer esto?” surgen del miedo a ser juzgado o de la sensación que la infidelidad pone en evidencia tus supuestas “fallas”. Esto puede intensificar la vergüenza y el sentimiento de insuficiencia.
La sensación de rechazo: Si creciste sintiendo que no eras aceptado tal como eras, porque se te exigía perfección o porque tus emociones no eran validadas, podrías haber desarrollado un temor al rechazo. Tal vez aprendiste a complacer a los demás para ser querido o evitaste mostrarte vulnerable por miedo a no ser suficiente.
Puedes pensar: “¿Qué tiene esa persona que yo no tengo?” o “Nunca seré suficiente para nadie.” Este tipo de pensamientos están directamente vinculados con ese temor a no ser aceptado ni amado plenamente.
La indiferencia o la negligencia emocional: Si durante tu infancia tus necesidades emocionales no fueron atendidas, ya sea porque tus padres estaban ocupados, distantes o no sabían cómo validar tus sentimientos, es probable que hayas crecido con una sensación de vacío emocional.
La infidelidad puede reactivar la creencia “no soy lo suficientemente importante” o “nadie realmente se preocupa por mí”. Esto puede llevar a sentir que tus emociones no tienen valor o a una necesidad de buscar validación constante.
Entender estas conexiones es un paso poderoso hacia la sanación. No solo estás lidiando con la traición de tu pareja, sino con heridas más profundas que la infidelidad ha sacado a la luz.
El primer paso para superar una infidelidad no es necesariamente perdonar o tomar decisiones inmediatas sobre la relación.
Es mirarte a ti mismo y preguntarte: ¿Qué necesito para sanar? Este proceso no solo trata de la relación, sino de tu bienestar emocional y de cómo puedes fortalecer tu autoestima y tu capacidad de confiar nuevamente.
Reconoce tus emociones, es normal sentir dolor, rabia, incluso incertidumbre. Permítete sentir sin juzgarte. Está bien no tener respuestas inmediatas o no saber qué hacer.
Pregúntate si esta situación está activando emociones que podrían venir de tu pasado. Tal vez sientes miedo a quedarte solo, a no ser suficiente o a no ser amado. Estas preguntas no siempre son fáciles, pero pueden ayudarte a identificar qué parte de ti necesita más atención y cuidado.
Recuerda, que ese es el inicio para fortalecer tu autoestima y recordar tu valor, independientemente de las acciones de la otra persona. Busca actividades que te hagan sentir bien contigo mismo y que refuercen tu confianza.
Cuando llegue el momento de tomar una decisión sobre tu relación, hazlo desde un lugar de claridad. Pregúntate si esa relación puede ser reparada y, sobre todo, si te aporta paz y bienestar.
No te culpes ni te quedes en lo que no fue, siempre busca alguien con quien hablar, alguien en quien confíes, como un amigo, un familiar o un terapeuta, puede marcar la diferencia. A veces, solo necesitamos que alguien nos escuche para empezar a entender lo que sentimos.
Aunque duele profundamente, una infidelidad puede ser una oportunidad para mirar hacia dentro y trabajar en las heridas que llevamos desde hace mucho tiempo.
Puede ser el momento en que te permitas sanar el miedo al abandono, la falta de confianza o cualquier inseguridad que cargabas sin saberlo.
No dejes que el dolor de una infidelidad defina tu historia. Toma esta experiencia como una oportunidad para mirar dentro de ti, reconocer las heridas del pasado y transformarlas en fuerza y crecimiento.
Recuerda que tu valor no depende de cómo otros te traten. Lo que alguien haga o deje de hacer no define quién eres. Sanar de una infidelidad puede ser un camino difícil, pero también puede ser una oportunidad para fortalecer la relación más importante que tienes: la relación contigo mismo.
Recuerda, mereces amor, respeto y confianza, empezando por ti mismo.
El primer paso es aceptar el problema, el segundo es buscar ayuda, y tú estás en el camino a la autosuperación, recuerda repetirte siempre “YO PUEDO, YO SOY CAPAZ”
Hoy es el día para empezar a reconstruirte desde el amor propio y la resiliencia. ¡Hazlo por ti!